viernes, 2 de septiembre de 2011

LA POESIA ANDINA DE ELMER NEYRA

(*)


Por: Néstor Espinoza.


Nos ha sorprendido advertir recién, después de muchos años de amistad, el quehacer cultural de Elmer Neyra, que mezcla o, mejor, enyunta, los guarismos y las fórmulas de la abstracción matemática con el uso normativo y poético del idioma. Duplicidad infrecuente no sólo en el Perú, sino también en Hispanoamérica. El caso más conocido es el del argentino Ernesto Sábato, que, de químico, pasó a ser un excelente novelista y ensayista.
Acabamos, pues, de saborear su poemario "Rumi shanka", brasa de piedra, prologado muy enjundiosamente por otro poeta ancashino del distrito de San Marcos y ya bastante conocido como uno de los primeros impulsores de la literatura infantil en el Perú, Don Teófilo Maguiña Cueva.
Nos hemos detenido en su poesía, porque la narrativa no pasa por nuestra predilección, ni tenemos la formación teórica y técnica para su abordaje.
Para quienes ya trajinamos por los predios floridos de la poesía, leer el primer verso de un poema o el primer poema de un libro es como probar la primera cucharada de un papakashki, que nos dice muy a las claras de lo que queda de la sopa. En muchos libros sólo abundan los versos y no hay casi nada de poesía.
En algunos poemas de “Rumi shanka", encontramos el mismo aire lírico de los poetas del Grupo “Orkopata”, que asimilaron muy bien el vanguardismo, como Alejandro Peralta por ejemplo: "El sol caía a pedradas,/ el calor hincaba, hincaba/ como clavitos de fuego” (Se nos murió). "La tarde exhalaba sombras de rastrojos/ y aromas de chicha corajuda de agosto” (Una fiesta de estancia). “El sol de junio/enrojecía/ el lienzo verde/ de la plaza risueña./ Por los ojos/ de los pinkullos/ el eco marcial/ hincó el cielo hermoso”. (La pelea de corpus).
Pero en lo esencial es una voz propia que da cuenta de lo suyo: el hombre, la geografía y la cultura de su región nativa.
Nos hemos visto, pues, atraídos por su sintetismo y sus remates que son como las horquetadas que separan en las trillas el grano de la paja.
En su nota de autor, Elmer establece claramente las coordenadas de su quehacer intelectual: “…quizás haya motivo de buscar los diferentes lenguajes para trasmitir el éxtasis de la belleza". "Todo lo valioso tiene una urdimbre lógica… y un soneto tiene tanta lógica interna como un teorema de la geometría, y en ésta hay tanta belleza… ”Algo que puede perdurar está más allá del utilitarismo…” "La creación es producto de una vocación, de una entrega, sin esperar nada". (…) hay corrientes, modas, pero lo mas valioso es la autenticidad". (…) veinte mil años de cultura testimonian que el Perú es un país andino y pocas centurias (de República) no pueden trastocar esta honda realidad". Puntos de vista que suscribimos también como nuestros y a mucha honra.
En resumen, para situar esta mixtura en el ideario y la poética de Elmer, tendríamos que intentar la siguiente fórmula o teorema: La verdad es bella y la belleza es verdad.
Los poemas del autor nos han procurado un gozo estético profundo, por nuestra afinidad temática, terrígena, idiomática quechua e ideológica sustancialmente. Cuatrocientos años de muerte no han matado a nuestra cultura andina que no conoce la muerte, pero sí la resistencia.
Poesía sencilla, límpida y fluida y tierna, a la manera andina, como un torrente de altura, cantarina además, que recoge a su paso el nítido retrato del mundo andino en todos sus aspectos, con su amor, su añoranza, sus sueños; con sus cosas representativas como la olla, la coca, la sandalia, el horno, la chicha, la cancha. Y, por supuesto, con las dos hondas llagas del pueblo andino, la invasión española y la invasión chilena.
“No tengas miedo, hermano, no lo tengas; /éste es el molino, molino ya viejito,/junto al riachuelo bullanguero.// Espérate, un ratito espérate, /ya llegarán las buenas mocitas/ya llegarán quizás con burritas.// Ya llegará también la noche/ a poner cercos en el camino./ Ya llegará la noche, ya llegará/ a poner corazón en el molino” (Molino viejo).


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(*) En la foto: Elmer Neyra (centro) en compañía de Walter Vidal y Juan Rodríguez. Huari, mayo del 2009.