martes, 24 de julio de 2012

Carretera Longitudinal de Conchucos: Cachetada a “Antonio Raimondi” ad portas de su 50 Aniversario como Provincia [2].

Escribe Walter A. Vidal Tarazona


El 14 de julio de este, precisamente, “Año de la Integración Nacional y Reconocimiento de Nuestra Diversidad”,  el excelente, importante e infaltable blog de Nalo Alvarado,  nos alcanza la Nota de Prensa Nº 84-2012/MJJ-CR,  de la reunión de los congresistas Fredy Otárola  y Modesto Julca con los alcaldes provinciales de esta zona de Ancash en el Palacio Legislativo, sobre la “Construcción de la Carretera Longitudinal de Conchucos que integra las provincias de Cátac (sic), Huari, San Luis (sic), Chacas, Mariscal Luzuriaga, Pomabamba, Sihuas, Pallasca y Corongo”, excluyendo a la provincia de Antonio Raimondi, con su capital el antiquísimo pueblo de Llamellín.



la carretera a Llamellín, al parecer una trocha angosta, corre a lo largo del valle del Puchka

A propósito de la “exclusión”, y parafraseando a Fernando Zavater con referencia a la educación, diríase: ¿Qué hacer para que los términos de “inclusión”, “integración”, “solidaridad” dejen de ser un valor de discurso y se conviertan en un valor real, vigente en nuestro Perú?.

Los incas, en el relativamente poco tiempo de gobierno, lograron hacerlo con inclusión e integración nacional. Es que la Educación Incaica tan simple como contundente –ama llulla, ama kella , ama sua- la diseñaron no para el kipu (no conocieron el papel y otras tecnologías de punta) sino para que se ejecute y se evalúe. So pena de muerte. El magnífico libro Los Comentarios Reales de los Incas, escrito obviamente con algo de apasionamiento por el Inca Garcilaso de la Vega,  nos transporta a un país muy distante, diametralmente distinto a este Perú de hoy, que nos duele, y que sin embargo es el mismo suelo y presente de ese otro país que nos muestra Garcilaso. 



Aquicito no más está Llamellín, allí, arribita. Foto de J Terry.
Nuestras autoridades, nacionales y regionales, de hoy y de ayer, nos dicen que su gobierno es/será de “inclusión social” e “integración nacional”. No sé si por “integración” hayan entendido la centralización (diríase reducción colonial en Lima), que ha concentrado ya casi la tercera parte del país en términos de población, causando una supervivencia caótica en las zonas marginales, que siguen creciendo gracias a recursos que se están extrayendo de nuestra serranía, como el agua. La Economía nos dice que los recursos son escasos y pueden desaparecer. Su manipulación por traslado implica alto costo y merma en su calidad natural. Por lo visto, a ningún gobierno se le ha ocurrido –hoy ni en otros periodos gubernamentales-, llevar a la población allá donde abundan los recursos (eso de “llevar” no es para tomarlo al pie de la letra, sino de manera figurada), en lugar de traer recursos a donde está la población, como también opinaba el Amauta  Javier Pulgar Vidal. Los Incas lo hacían, y así mantenían una población integrada y feliz, satisfecha en sus necesidades primarias (el caso de Arequipa[i] es emblemático).

En cuanto a la inclusión, sabemos por constatación no sólo de Garcilaso sino de casi la totalidad de los cronistas que la sabia estrategia de reducción inca consistía en incluir socialmente a toda su población a su reino, principalmente a las poblaciones conquistadas. Esos pueblos eran atendidos con primacía, de modo tal que se sentían incluidos a su Estado Imperial. Recordemos que el valeroso rey chanca Hancohuallu, que cayó prisionero en Yáhuar  Pampa, huyó de los incas, no por un mal trato a él y a su gente, pues el  “Inca le había hecho todo el regalo y buen tratamiento posible, [sino, por] procurar su libertad, desechando cuanto poseía y favorecido como era del Inca”, se va a buscar “nuevas tierras donde poblar y ser señor absoluto o morir”; así, a escondidas, con su gente amiga, se fue por las grandes montañas de los Antis, cruzando un “gran río abajo”. No sé si en su huida, él y su tribu, llegaron hasta Tranca y bajaron por Chocchían buscando cruzar el Marañón.

No sé si esa asonada provocada por los chancas sometidos al poder imperial, hizo que los pobladores llamellínos se pusieran a buen recaudo en las alturas de Yarcán, Pará, Manrish y muchos otros, cuyos restos de sus parajes hoy duermen su sueño eterno en las cimas de aquellos cerros raimondinos, o tal vez  lo hicieron por la presencia de huestes de los incas, o posteriormente, de los españoles “cristianizadores”. No sabemos, pero allí están los restos arqueológicos, callados, esperando que la ciencia algún día les haga hablar de su pasado; deteriorándose, mientras tanto, por falta de una  asistencia adecuada y científica.



Pero la provincia de Antonio Raimondi no sólo es crisol de restos de vivencias milenarias que se han cristalizado en historia y geografía por descifrar, y que constituyen un producto turístico de gran valor. Su tierra colorada, fértil y hermosa es riqueza pujante para la agricultura, todavía en gran parte sin contaminación con fertilizantes sintéticos y pesticidas. Antes, fue el reino del trigo y la papa, hoy del choclo que ha llegado bastante resuelto hasta los mercados de los conos de Lima a abastecer el mercado cholo.

Con mucha razón, D. Bartolomé Ames, Subprefecto de Huari, en 1874, decía: “No hacen más que arañarlos [los suelos llamellinos] para recoger abundantes cosechas ...”; y años después en “El Ande” (Nº 22, º 1931) leemos la siguiente nota referida a una realidad que lamentablemente ha cambiado un tanto, por la falta de caminos y el tratado de libre comercio (TLC) con EE.UU, referido al trigo: “Nuestra producción agrícola i especialmente  la triguera, es ingente i fabulosa, abasteciendo en gran parte los mercados de todo el Callejón de Huaylas, las principales plazas de esta misma provincia [Huari]  y las de Bolognesi y Huamalíes, así como los de las montañas de Monzón, Tazo y Santo Domingo”; sin embargo –añade la nota- el “aislamiento clamoroso en que nos encontramos, sin las facilidades de transporte  rápido a los lugares de consumo” constituye un problema que atrasa el progreso agrícola.

Y a propósito de “El Ande”, este periódico, nacido en 1927 aglutinando la calidad de las magníficas plumas como las de Julio César Pozo, P. Felipe E. Domínguez , Walabonso Vidal (fundador) y otros, fue pionero -en su género y estilo- de las letras conchucanas que tuvo su núcleo de edición en Llamellín (provincia de Huari).

No somos pues los raimondinos los que nos “floreamos”, no; el raimondino nato es humilde, callado y emprendedor. Es gente de afuera que habla de la realidad nuestra; a propósito de la emblemática frase “Ucrania Ancashina”, el Sr.  Senedelfer P. Vallejo, Ingeniero Jefe de la Comisión Agronómica en Ancash (1931), decía: “no he encontrado en ninguna provincia del Perú, un distrito que promete tanto  con respecto a la industria triguera que el hermoso distrito de Llamellín”.

Pero... para nuestros gobernantes, “inclusivos” e “integracionistas”, la provincia de Antonio Raimondi no cuenta. Como tampoco cuenta el “Ama Llulla” incásico.

¿Porque es una de las provincias más pobres del país, la aíslan?...

Tal vez haya tiempo para que recapacitemos gobernantes y gobernados.

¡Paisanos, autoridades e instituciones allá y acá en Lima! toquemos las puertas de estos congresistas,  siquiera para preguntarles las razones por las que han excluido a nuestra Provincia, justo ahora, ad portas de su 50 aniversario.

Tal vez todavía haya tiempo para incluir a la Carretera Longitudinal Conchucana, la que está ya tendida de Llamellín- Chaccho- Mirgas, casi hasta Paras, conectando con una salida a la otra que une San Luis- Pomallucay- Yauya. Salvo un mejor parecer técnico.

Walter  A. Vidal Tarazona



[i]Halló [Mayta Cápac] el valle de Arequipa sin habitaciones, y considerando la fertilidad del sitio, la templanza del aire, acordó pasar muchos indios de los que había conquistado, para poblar aquel valle”.(Libro Tercero, cap IX)