viernes, 27 de marzo de 2020

Los rechonchos burritos de Taita Ramos

Walter Vidal Tarazona

     
     Entre las estampas que engalanaban el escenario costumbrista de la Semana Santa en mi tierra colorada, Llamellín, están –aunque tan solo en nuestro recuerdo- los burritos de “Taita Ramos”.
El Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Santa en todo el mundo católico, también, por su puesto, en Llamellín. Precisamente, las palmas batidas al aire por grandes y chicos significaban la triunfal entrada de Jesús a Jerusalén.
Las frescas y verdes palmas eran llevadas por valerosos jóvenes voluntarios desde las entrañas mismas de la ceja de selva, desde un lugar denominado Balcón de Judas. La extracción de las palmas la hacían en total silencio, de lo contrario empezaba una tormenta espantosa en el cielo y en la tierra.
La muchedumbre que acompañaba al Taita Ramos batían al viento esas palmas, sin manipularlas, menos para tejer adornos con ella como se observa hoy aquí en la Capital.
La entrada de Tayta Ramos montado en uno de sus burritos, desde la quebrada de Paqtsaraqra, a la plaza, y posteriormente, ya en hombros de los devotos, hasta su altar en la Iglesia Matriz, hasta el próximo año. Este acto religioso se llevaba a cabo con total fe y entusiasmo.
Sin embargo el “personaje” típico, pintoresco, era pues uno de los dos burros rechonchos que caminaban soportando a las justas sus propios pesos del cuerpo. Uno –el menos pesado se diría- de esos dos burritos era el escogido para cargar a Nuestro Señor.
Estos pollinos nacieron afortunados para caminar libres por las calles, y campos, haciendo “daños” en las chacras sin que los dueños pudieran botarlos, so pena de ser castigados con una mala cosecha; al contrario, quienes permitían que se alimenten de sus cultivos tenían buenas cosechas.
Días antes del Domingo de Ramos, el Tesorero y los Mayorales, salían en busca de los pollinos para bañarlos y adornarlos con flores silvestres para que carguen a Taita Ramos en procesión hasta la entrada a la Iglesia Matriz de la Tierra Colorada.
Dudo que hoy estén todavía mostrenqueando por Jira o más abajo. Porque arriba, por encima de Llamellín, ellos ya no se atrevían a hacerlo por el peso de sus cuerpos por la gordura.