Walter Arsenio Vidal
La clamorosa
desatención del Estado a las universidades, la globalización y mercantilización
de las carreras profesionales, que caracterizan la educación superior en casi
toda América Latina, tienen que ver con la calidad de la educación universitaria.
En los países de pobreza relativa, además, la presencia de profesores
intermediarios, en muchas universidades públicas y privadas de escaso
prestigio, añade su cuota a la baja calidad.
En nuestra obra "Aspectos Teóricos
para un estudio curricular" (Vidal, 2008) introducimos el concepto de
profesor intermediario, con el supuesto de que las situaciones de
enseñanza-aprendizaje están bajo la dirección profesional de los docentes;
ciertamente, son ellos los que determinan, en última instancia, la calidad de
la educación, así no tengan preparación formal (como si los tienen los
profesores de primaria y secundaria) y cualquiera sea el título que posean
(abogado, ingeniero, economista…), a ellos la sociedad les asigna su verdadera
profesión: la docencia universitaria.
Coloníbol Torres Bardales, prologando la
obra (cit. insupra), sintetiza el rasgo principal del profesor intermediario,
“[…]como aquel, que sólo transfiere conocimientos científicos producidos por
los investigadores y no los que él ha generado en la ejecución de su proyecto
de investigación; es decir, el profesor [universitario] que está entre los
investigadores y los alumnos", cumple la función de un mero trasmisor de
saberes producidos por otras personas, por lo general en realidades muy
distintas a la nuestra y en circunstancias también diferentes; de modo que, no
contrasta la teoría que trasmite a sus alumnos con la realidad que lo
circunscribe; lejos de formar profesionales con sentido crítico para enfrentar
los problemas que dificultan el desarrollo económico del país, sólo instruyen
profesionales que terminan sub ocupados en actividades para los cuales no
fueron preparados. Este hecho genera, en buena medida, la crisis de calidad de
la educación universitaria y la dependencia cultural y tecnológica de los
países pobres.
La misión del docente universitario ha
ido ligada al rol de la Universidad (U). Cuando la
industria competitiva exigió a la U nuevas competencias, no sólo “saber hacer”
sino “hacer”, la investigación inmigró de la U porque ésta no respondió el reto.
Hoy, la investigación y la enseñanza, son actividades complementarias. En
países industrializados la U emprende investigaciones muy importantes (evidencian los
premios Nóbel alcanzados por los profesores universitarios); sin embargo,
en los países subdesarrollados, la oferta de la U no satisface la demanda de la
industria de la información, ni las necesidades de desarrollo de su país, con
pertinencia.
La U ha crecido en cantidad más que en
calidad. Hace un poco más de cien años, instruía a una élite de estudiantes
para las profesiones tradicionales; hoy se ha expandido, transformando la vida
académica; antes, la autoridad del docente universitario se basaba en lo que
sabía, hoy el docente tiene como reto capacitar, orientar y facilitar al alumno
a que encuentre respuestas a sus propias interrogantes. En nuestro país, a la
expansión natural de la U, se añade una masificación universitaria, que más
tiene de negativo que de positivo. Lo positivo está en la apertura que debilitó
la elitización e inició una democratización y modernización (La Reforma
Universitaria de 1919). Lo negativo tiene que ver básicamente con el deterioro
de la calidad académica.
A partir de
los años sesenta (Ley 13417), se crean universidades privadas de manera
indiscriminada (se quintuplica el número de U y se sextuplica el de estudiantes
universitarios en tan sólo 12 años). Hoy tenemos alrededor de 135 universidades en el país. Es obvio que los docentes requeridos para
ocupar las nuevas plazas tuvieron que ser improvisadas; a ello se añadió la
crisis económica que a fines de los setenta afectó las remuneraciones de los
docentes.
Otro factor que, en buena medida, está
causando el problema que nos ocupa, es la despreocupación del Estado en su
obligación que tiene con la formación superior, que, paralelamente a la
masificación privatizante y mercantilizadora de la enseñanza superior, ha
venido en aumento desde mediados de los años ochenta, y que se agudizó en los
noventa.
En conclusión: Una educación superior
humanizada, interesada en la construcción de sociedades sustentables, en
comunicación con la Naturaleza, respetándola y respetando a todos los seres que
habitan la Tierra, está muy distante; nuestra U, si no mejora su calidad, no
podrá responder a la creación de conocimientos nuevos (investigación) para
hacer participar al país en el proceso de mundialización con ventajas
competitivas; seguirá ausente la relación entre la teoría que enseña y la
realidad del país, región, localidad.
Existen trabajos de investigación
científica de mucha valía en varias universidades; pero, la gran mayoría de
ellas, está sobre poblada, infradotada, sin apoyo gubernamental, desconectada
de las necesidades de desarrollo de su entorno y tiene empobrecida su núcleo
mismo: investigación y docencia. El bajo presupuesto de las universidades
públicas (El gasto promedio por estudiante de la U pública al año 2000 es
inferior al promedio del resto de países de A.L. el mismo año (Educalidad Nº3);
la menor dedicación de los docentes, principalmente en las universidades
nacionales, al tener que compartir su labor en otras instituciones; las
reformas planteadas pensando sólo en “profesionales competitivos”, o en
términos de “competencias”, hacen de lado actitudes humanas y valorativas, como
las axiológicas y las estéticas.
Es
hora de pasar a un proceso de aprendizaje ético, nuestro país lo pide a gritos,
porque ha entendido que la U. es motor del desarrollo regional y nacional. Hoy,
que se habla tanto de "acreditación", debe auto emprender la
"autoevaluación" para mejorar de calidad, y luego buscar la
acreditación para dar fe pública de la mejora continua. En cuanto a la docencia pura, la U ha
crecido en cantidad más que en calidad. Hace un poco más de cien años, instruía
a un élite de estudiantes para las profesiones tradicionales, hoy se ha
expandido, transformando la vida académica; antes la autoridad del docente
universitario se basaba en lo que sabía, hoy la autoridad del docente tiene
como reto capacitar, orientar y facilitar al alumno a que encuentre respuestas
a sus propias interrogantes.