Por: Néstor Espinoza
AEPA-Callejón de Huaylas.
AEPA-Callejón de Huaylas.
El día que Efraín Rosales Alvarado recibió la súbita amenaza de la enemiga de la vida a la suya, él no se asustó, no se amilanó, no se acobardó, ni cayó en profunda congoja. Todo lo contrario, se armó con las armas médicas y, sobre todo, se armo de coraje, para pelear de frente y a pie firme contra la enemiga.
Es más, este lance vital-mortal no le restó dinamismo a su vida, ni ideales a su alma. Fue ejemplar, para nosotros sus amigos, su entereza, su optimismo y sus realizaciones por encima de la adversidad. Se convirtió en el motor de muchas actividades culturales a las que él nos impulsó.
Si hoy finalmente ha perdido la batalla, ha sido sólo por la superioridad del atacante y no por rendición o capitulación.
“Cuando un amigo se va, /queda un espacio vacío, / que no lo puede llenar/ la llegada de otro amigo” dice la emblemática canción que, con Alberto Cortez, cantaba el juglar argentino Facundo Cabral, quien también se fue de una manera trágica y dolorosa. Es lo que sentimos ahora en ausencia de Efraín. Pero nos cogeremos del mismo valor que él nos enseñó para soportar esta congoja y cualesquier otras.
Entre las múltiples actividades culturales que realizó, sin duda, destacan tres de ellas:
Fue fundador, con Carlos Toledo, Abdón Dextre, Román Obregón, Nelly Villanueva, etc., de la Asociación de Escritores y Poetas de Ancash (AEPA). Y fue quien ideó también los Encuentros aepistas, que en los 25 años de AEPA, llegaron a concretarse en un número de 11. Quedan recuerdos, fotos, documentos imborrables de todo ello.
Otro filón de su quehacer fue el estudio del canto andino en su variedad del huayno y la publicación de su libro “El canto del cuculí encendido”. Trabajo que queda como un pilar para otros de su especie. Y ese canto del cuculí flamígero no se apagará, mientras haya cultura andina.
De otro lado, su contribución de cantautor vernáculo, con su voz y su guitarra, junto a las de sus hermanos, ha quedado registrada en el sentir ancashino y en perdurables grabaciones de dominio público. Los espacios radiales no dejan, no dejarán de consignar el andino repertorio y el estilo muy particular de LOS HERMANOS ROSALES.
Hay duelo y lágrimas en las guitarras huaracinas y también el huayno ancashino viste de luto.
“Cuando un amigo se va, / queda un tizón encendido, / que no se puede apagar/ ni con las aguas de un río”.
Efraín Rosales Alvarado (E.R.A.) era un amigo cordial. Queda en nosotros el tizón encendido de nuestro permanente recuerdo y gratitud.
Lima 19 de Agosto del 2011.
Es más, este lance vital-mortal no le restó dinamismo a su vida, ni ideales a su alma. Fue ejemplar, para nosotros sus amigos, su entereza, su optimismo y sus realizaciones por encima de la adversidad. Se convirtió en el motor de muchas actividades culturales a las que él nos impulsó.
Si hoy finalmente ha perdido la batalla, ha sido sólo por la superioridad del atacante y no por rendición o capitulación.
“Cuando un amigo se va, /queda un espacio vacío, / que no lo puede llenar/ la llegada de otro amigo” dice la emblemática canción que, con Alberto Cortez, cantaba el juglar argentino Facundo Cabral, quien también se fue de una manera trágica y dolorosa. Es lo que sentimos ahora en ausencia de Efraín. Pero nos cogeremos del mismo valor que él nos enseñó para soportar esta congoja y cualesquier otras.
Entre las múltiples actividades culturales que realizó, sin duda, destacan tres de ellas:
Fue fundador, con Carlos Toledo, Abdón Dextre, Román Obregón, Nelly Villanueva, etc., de la Asociación de Escritores y Poetas de Ancash (AEPA). Y fue quien ideó también los Encuentros aepistas, que en los 25 años de AEPA, llegaron a concretarse en un número de 11. Quedan recuerdos, fotos, documentos imborrables de todo ello.
Otro filón de su quehacer fue el estudio del canto andino en su variedad del huayno y la publicación de su libro “El canto del cuculí encendido”. Trabajo que queda como un pilar para otros de su especie. Y ese canto del cuculí flamígero no se apagará, mientras haya cultura andina.
De otro lado, su contribución de cantautor vernáculo, con su voz y su guitarra, junto a las de sus hermanos, ha quedado registrada en el sentir ancashino y en perdurables grabaciones de dominio público. Los espacios radiales no dejan, no dejarán de consignar el andino repertorio y el estilo muy particular de LOS HERMANOS ROSALES.
Hay duelo y lágrimas en las guitarras huaracinas y también el huayno ancashino viste de luto.
“Cuando un amigo se va, / queda un tizón encendido, / que no se puede apagar/ ni con las aguas de un río”.
Efraín Rosales Alvarado (E.R.A.) era un amigo cordial. Queda en nosotros el tizón encendido de nuestro permanente recuerdo y gratitud.
Lima 19 de Agosto del 2011.
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