RASTROJOS DEL RECUERDO
walter a. vidal
Regacito del Ande majestuoso
por Puchca y Marañón abrazada,
!tierna se yergue mi tierra colorada!
alzando a su Pahuacoto amoroso.
De noble abolengo eres Llamellín.
Con alborozo yo recorría tus rocas,
ingresaba a tus chullpas milenarias,
escuchaba a tus awilus[1]en
Mallallín.
Despertabas con el suave beso
de las tiernas espigas de tu trigo,
que a despecho de tus riachuelos,
reverdecía bello y generoso.
En tus lejanos molinos de piedra,
girando sus noches de luna llena,
algún ichic ollguy tapaba el
agua
o el apallimee jugaba en la
tolva.
Yo chacché coca con
Caruajuana[2];
y alguna vez por mi carne delirante
habría recorrido algún cuy cautivo
en las manos de Comá Mañuca[3].
Amorosa la lluvia limpia tu rostro
de papa colorada y, al salir el sol,
el aire sahúma tus cerros y caminos
con sesta de cristalinas fragancias.
Oh…Cómo extraño esas mazorcas
trenzadas y colgadas en el tiempo…
los sudorosos mugidos en las chacras
caminando los rastrojos del recuerdo.
[1] La traducción literal de “awilu” al castellano es “abuelo”. En la mitología del lugar, los
awilus son espíritus ancestrales que anidan en los cerros. A ellos se acude por sus sabios consejos, llevando coca y shaqta (aguardiente de caña)
[2] Famosísima bruja que vivía en las alturas de
Carua (Llamellín)
[3] Una curandera
allauquina muy conocida, utilizaba el
cuy para diagnosticar.
Que bellos escritos
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