Escribe Walter A. Vidal
Entre las estampas que engalanaban
el escenario costumbrista del inicio de la Semana Santa en Llamellín, están
–aunque tan solo en nuestro recuerdo- los dos burritos de “Taita Ramos”.
Llegar,
entrar, o empezar la Semana Santa, era algo así como acercarse a un oasis
espiritual, básicamente para la población femenina adulta. Pues, tras una larga
fiesta de ribetes un tanto paganos, como eran los carnavales, estaba la población
adulta embriagada con picapicas multicolores, olorosos chisguetes, serpentinas
y talcos en manos se mi atrevidas. Entrar
pues a la Semana Santa era un cambiar de luces y colores por el tradicional vestido
negro hasta cerca los talones, era sacudirse del talco y cubrirse la cabeza con
las mantillas y velos negros hasta debajo de la frente. Era fundamentalmente retornar
a los preceptos religiosos de la fe católica, buscando reconciliación con las
escrituras sagradas, básicamente con el recuerdo de la pasión de Cristo.
Hoy como ayer, el Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Santa en
todo el mundo católico, también por su puesto en Llamellín. Las palmas batidas
al aire significan la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén.
Las frescas y
verdes palmas en manos de chicos y grandes eran llevadas por valerosos jóvenes voluntarios
desde las entrañas mismas de la ceja de selva, un lugar denominado Balcón de Judas.
La extracción de las palmas los voluntarios hacían en total silencio, de lo
contrario empezaba una tormenta en el cielo y en la tierra.
La muchedumbre que acompañaba al Taita Ramos batían al viento las palmas,
sin manipularlas, menos para tejer adornos con ella como se observa aquí en la
Capital.
La entrada de Tayta Ramos montado en uno de sus burritos desde la
quebrada de Paccharaqra a la plaza, y posteriormente, ya en hombros de los devotos
hasta el fondo de la Iglesia Matriz, se llevaba a cabo con total fe y entusiasmo.
Sin embargo el “personaje” típico, pintoresco,
era pues uno de los dos burritos rechonchos que caminaban soportando a las
justas su propio peso. Uno –el menos pesado se diría- de esos dos burritos era
el escogido para cargar a Nuestro Señor. Estos pollinos nacieron afortunados
para caminar libres por las calles, y campos, haciendo “daños” en las chacras
sin que los dueños pudieran botarlos, so pena de ser castigados con una mala
cosecha, al contrario, quienes permitían que se alimenten de sus cultivos tenían
buenas cosechas.
Días antes del Domingo de Ramos, el Tesorero y los Mayoralas, salían en busca
de los pollinos para bañarlos y adornarlos para que carguen a Taita Ramos en procesión
hasta la entrada a la Iglesia Matriz de la Tierra Colorada. Dudo que hoy estén mostrenqueando todavía, tal vez por Jira o más abajo. Porque encima de Llamellín ellos no conocen por prescripción de su veterinario (cardiólogo).
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