martes, 29 de noviembre de 2011

26 de octubre de 1890 - 26 de octubre de 1964

"La gran obra, obra universal, del sabio -Antonio Raimondi Dell´Accua- se inicia en el Perú, su segunda patria.
El mismo dice: La historia de mi trabajo está tan íntimamente ligada con la de mi vida, que bien pudiera decir
que ambas empiezan juntas". No exageraríamos, entonces, si afirmamos que él "nace" en el Perú" (Yarcán, año IV, Nº4, 1990). Cierra sus ojos para siempre el 26 de octubre de 1890 en San Pedro de Lloc. El 26 de octubre de 1964, nace la provincia de Antonio Raimondi, en el Perú. Desde entonces, el sabio peruanista vive en el corazón de aquella colorada tierra raimondina, para siempre.
Conmemorando estas fechas vamos a publicar un artículo de nuestro amigo y colaborador Wilfredo Pérez, y Canto a Huiragotza Raimondi, poema del editor.
wavita

 Pórtico del Colegio Nacional "Antonio Raimondi"-LLamellín
Ancash- Perú
foto: wavita
..ºº.. 

Evocando a Antonio Raimondi

Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Un 28 de julio de 1850, arribó al puerto de El Callao el eminente sabio italiano Antonio Raimondi (Milán, 1824 – San Pedro de Lloc, 1890) huyendo de los horrores de la guerra por la independencia y unidad de Italia, para comprometerse en noble y fecunda misión que él mismo se impuso: estudiar y recorrer el territorio nacional hasta los últimos instantes de su vida.

      Según precisa Teresa María Llona en su libro “Raimondi y Llona”, el explorador milanés se sintió motivado a venir al Perú, al observar mutilar en el invernadero de Milán un “Cactus peruvianus” que atraía su admiración, porque amenazaba romper la estrechez de la techumbre y sus paredes transparentes que lo rodeaban. Sin duda, influyó en su decisión el considerar que nuestro país ofrecía amplias perspectivas por abarcar, su extensa geografía, todos los climas y haber sido poco investigado, no obstante su proverbial riqueza.
      En Lima, Raimondi fue acogido por el Dr. Cayetano Heredia, quien le encomendó la clasificación de las colecciones de geología y mineralogía del gabinete de química e historia natural del Colegio de la Independencia, posteriormente convertido en la Escuela de Medicina del Perú. Sin conocer bien la capital, le gustaba incursionar por sus alrededores buscando plantas desconocidas para clasificar cuidadosamente.
      El ilustre explorador inició sus primeas andanzas contando sólo con su propio peculio. Recién en 1858 recibió una asignación de 2,000 pesos anuales, por iniciativa del Parlamento Nacional, suma que en 1860 se elevó a 3,000 pesos, por considerarse necesario ayudarlo para afrontar los gastos. Así emprendió su viaje de más extenso recorrido que debía comprender millares de kilómetros -avanzando por regiones inhóspitas- debiendo bordear abismos y cruzar ríos tormentosos, sin contar con los puentes más primitivos para hacerlo. Dos años y medio duró ese peregrinaje inverosímil y apenas tuvo seis meses de descanso en Lima antes de emprender otro sumamente trascendente, que abarcó la parte central del país.
      Llegó por primera vez a la Cordillera de los Andes, ingresando hasta Vitoc y Chanchamayo, para retornar por la misma ruta un año después; internándose hasta Tingo María, dejando atrás la costa y la sierra. Documentó los yacimientos de carbón mineral del literal piurano, analizó el guano de las islas Chincha, verificó las reservas salitreras de Tarapacá, recorrió las remotas provincias auríferas de Carabaya y Sandia, navegó el Marañón, Ucayali y Amazonas, entre los ríos orientales más representativos.
      Luchador inclaudicable, marchó hacia su fin siempre orientado por el anhelo de revelar al mundo ese Perú con el que estuvo tan identificado, y al que entregó el esfuerzo de su existencia con desprendimiento. Luego de superar muchas adversidades, en 1874 apareció el primer tomo de su obra “El Perú”, dedicada a la juventud peruana, en donde escribió: “…Confiado en mi entusiasmo he emprendió un arduo trabajo superior a mis fuerzas. Pido pues vuestro concurso. Ayudadme, dad tregua a la política y consagraos a hacer conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene”. Este libro, que incluye descubrimientos, asientos mineros, haciendas de la costa y sierra, fundación de pueblos y ciudades, es un documentado recuento de nuestro admirable -y por aquel entonces poco conocido- patrimonio natural, cultural y social.
      Logró avanzar algo más en la publicación de sus trabajos; sin embargo, quedó sin redactar ni editar bajo su dirección muchos de ellos. Dejó numerosos libretas (algunas desaparecieron) conteniendo la recopilación de sus anotaciones sobre el paisaje natural que reconoce a su paso. Plantas, animales, insectos y minerales fueron colectadas; mientras medidas barométricas, observaciones meteorológicas y croquis precisos complementaban la información de las distintas regiones por las que pasó.De actitud serena y poco afecto a la exposición pública, Raimondi fue el principal referente científico de nuestro país durante la segunda mitad de siglo XIX. El legado intelectual y moral de este renombrado naturalista enciclopédico representa uno de los capítulos más hermosos en la historia universal de las ciencias naturales. La divulgación de su obra y su fe inquebrantable, se renueva entre quienes encuentran en su vida inspiración para conocer, comprender y, consecuentemente, despertar un genuino sentimiento de identificación con nuestra patria. Al recordarlo, debemos evocar sus palabras: “En el libro del destino del Perú, está escrito un porvenir grandioso”.
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(*)Docente, ambientalista, periodista, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/


CANTO A RAIMONDI


Canto I

Si me voy de aquí
en una noche de Octubre,
si mis dibujos se quedan solos
dispón, entonces, mi Dios
que mis obras corran
la suerte del Perú.

Si me voy de aquí
de San Pedro de Lloc,
si mis pies se quedan fríos
dispón, entonces, mi Dios
que los chicos recorran
los caminos del Perú.

Si me voy de aquí
de mi segunda patria.
Si mi café se derrama
dispón, entonces, mi Dios
que mi cactus escale
los cielos del Huascarán.

Si me voy,
pueblitos empedrados;
si me voy,
casonas enlucidas,
dispongan
que los cántaros se llenen,
que mis huesos no se toquen,
si me voy de este suelo, Señor.

Canto II

Huarangos.
Cantos rodados
de cantarinos valles,
¡Callad! un instante
que por aquí pasó
Huiragotza Raimondi.
Quenuales,
apagadas chozas
de humeantes cumbres,
¡Mirad! un momento
que por aquí pasó
Huiragotza Raimondi.

Callecitas estrechas
de veredas derretidas,
casitas de paja o teja
de paredes de yeso
¡Recordad! un momento
aquella tarde mojada
con gotitas de tristeza
de Huiragotza Raimondi.

Canto III

Yo canto al lombardo
con la vida y el amor,
canto con humildad
al gigante
que desde los llanos del Po
montó las olas del Océano
para llegar a mi tierra colorada
con ternura de hijo
dulce y sabio.

Yo canto a aquella flor
robusta y noble
mutilada por crecer bella,
le canto porque fue la puya
de Antonio Raimondi.

Canto IV

Jaguares y cóndores
de mi Chavín milenario,
anunciad la entrada
del antipizarro;
que viene no con la espada
desenvainada
sino con un lápiz,
libretita en mano
y mucho amor en el pecho.

¡Abrid las puertas
de los templos!
Anunciad a los dioses
de los Waris y los Incas
a los manes de Yarcán y Tinyash
que ha llegado un enviado
de Virgilio
Un viajero de los cielos cisalpinos
y no para vaciar las entrañas
de nuestra Mama Pacha
sino con un mensaje
de paz
         amor
                  y trabajo.

WAVITA














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