Walter A. Vidal
Esta pandemia comprueba que la
ética y la moral se fueron de nuestras vidas, o las escondieron para sacar
provecho de nuestra ceguera e indiferencia. La “educación” informal, la de la
calle, ganó a la educación formal, que estaba siendo ya bastante precaria.
Se educa de manera formal en las
escuelas y universidades y de manera informal, no sistémica, en la calle, por
ejemplo, cuando leemos los titulares de los diarios, cuando vemos en la
televisión mucha cosas inservibles y mal sanas, en sus novelas, en sus informes,
etc. Leyendo los medios y viendo la Tv estamos metiendo en nuestras cabezas
modelos de vida y conductas que son contrarios a los propósitos de la
educación. Claro está: siempre y cuando no estemos educados para captar, en
forma crítica y reflexiva, los mensajes que nos ponen a nuestras vistas.
Al respecto quisiera compartir lo
que últimamente ha dicho el Papa Francisco: “En general allí [Argentina] no se
sabe lo que digo habitualmente, se sabe lo que dicen que digo, y esto gracias a
los medios los cuales, bien sabemos, que responden a intereses parciales,
particulares o partidistas […] los católicos, desde el Episcopado hasta los
fieles de una parroquia, tienen derecho a conocer lo que realmente dice el
Papa… y no lo que le hacen decir los medios” (tomado de las redes sociales de
comunicación).
La universidad debe continuar con
la educación en el más alto nivel brindando conocimientos que nuestro planeta
necesita para su pleno desarrollo ecológico. Cuando la Universidad fue creada, sus
ideales eran ciencia y tecnología, hoy la Universidad ya produce ciencia y
tecnología, y lo transmite también con autonomía. Pero ha perdido mucho de su
humanismo.
La masificación, por incremento
de la demanda, cambiaron los objetivos pedagógicos; hoy la Universidad es el principal
proveedor de capital humano para la industria. En nuestro país, en general, la
universidad es todavía informativa, poco sensible al acontecer social, en
general, no es un factor de cambio, no produce conocimientos todavía en
cantidad ni en calidad adecuadas, su pedagogía aún no es una actividad
reflexiva que le permita, más allá de sólo adiestrar o instruir, brindar a los
alumnos una formación integral (Peñaloza, 1998). El afán de profesionalización
responde al interés por lograr "trabajadores especializados" que
accedan a puestos de trabajo de buen nivel; por eso se prioriza el desarrollo
de conocimientos técnicos y profesionales, olvidándose de su rol principal que
es continuar con la educación formal, cultivando
la filosofía, el arte, la cultura y la política como aspectos centrales en
dicha formación integral humana.
En este contexto político, que
agudiza la miserable peste, no sé si fabricado en laboratorio, el remozado
congreso quiere traerse abajo a la Superintendencia Nacional de Educación
Universitaria SUNEDU. Este congreso está plagado de gente mal formada que no le
interesa la calidad de la educación universitaria, sino de aprovechar su cargo
para seguir lucrando con la educación superior (hay honrosas excepciones como
en todo).
“Una Universidad que se ha de
crear tendrá que demostrar que es buena. Y no con sus currículos [porque el
papel aguanta todo] sino con la calidad de sus investigaciones, de sus
publicaciones, de sus tesis”. Javier Sota Nadal. He querido terminar con esta
cita de un ex rector de la UNI, que SUNEDU, muy bien, parece haber tomado en
cuenta para licenciar universidades. Pues somos aún uno de los pocos países que
tienen el lujo de contar con muchas universidades, en general, casi
precarizadas.
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