A Shillwi
Danza el eucalipto su danza de vida,
de semilla danzó con Shillwi, mi abuelo.
Danzaron juntos su áspera tez
con entereza de fuerte leñazo.
Alegrías y tormentos recogieron,
amor y abrigo derramaron;
juntos estrujaron su danza
mientras su linaje se esparció.
Misión y afecto compartieron;
juntos construyeron, se protegieron.
Uno sirvió de techo y lecho,
el otro de apego de hecho.
Hoy sólo sus espíritus danzan,
como danzó el eucalipto:
Tomando la forma de un sarcófago
y haciéndose a la medida de mi abuelo,
danzaron juntos su última morada.
A hombros los llevaron sus hijos cuesta abajo
mientras hundían sus pies
en húmeda tierra colorada.
Allá iban mi abuelo y el eucalipto
en su marcha sacramental.
La arcilla roja los recibió con ternura,
a mi abuelo por su magnificencia
y al eucalipto por su benevolencia.
Hoy, el eucalipto y Shillwi, mi abuelo,
en la pampa de Allauca,
danzan con el viento
su eterna danza habitual.
Nélida Silva
Llamellín
Nélida Silva Vidal aplaudida en Romeo y Julieta,
Miraflores- 2010.
SEMANA SANTA EN PISCOBAMBA
Después del Domingo de Ramos, en que las palmas vitorean a Jesús a su paso por las calles del pueblo cabalgado en un pollino, flanqueado por los mayordomos que siguen avivando la tradición católica en la Sierra Oriental de Ancash, en especial la Provincia de Mariscal Luzuriaga, con su capital la muy generosa ciudad de Piscobamba, se inicia la Semana Santa.
Los católicos herederos de la religión traída en la conquista española, sobreponiendo a la creencia quechua, construyeron en varios lugares edificaciones dedicadas al culto, como los grandes conventos e iglesias matrices, capillas y oratorios. Muchos de ellos instalados sobre palacios de los emperadores del Tahuantinsuyo, allí levantaron hermosos y costosos retablos y altares maravillosos para impresionar a Dios y a los feligreses, demostrando el poder de la Religión Católica y del conquistador.
Por esas cosas maravillosas de la vida, mi tierra Piscobamba fue premiada con una iglesia matriz, imponente y única. Tal vez estuvo al nivel de la catedral del Cusco, y en Ancash, como la de Tauca. También construyeron un convento y varias iglesias. Por la indiferencia de los Ministros de Dios, de las autoridades y del pueblo en general, esta iglesia, con su convento, se cayó por una simple gotera, más pudo la lluvia que destruyó la obra de los conquistadores y de mis antepasados aborígenes, quienes con sus manos encallecidas forjaron sus muros. Poco a poco su imagen se irá desvaneciendo de la mente de los creyentes, y sólo Nuestro Señor Crucificado iluminará desde las alturas nuestras conciencias en las noches oscuras.
La campana de la antigua iglesia matriz no llama más a misa. Sus tañidos profundos ya están en el lejano recuerdo. Las actuales campanas se parecen a la de mi vieja escuelita. Así lo quiso Dios y ahora tenemos un nuevo altar de oración.
JUEVES SANTO
Ayer, Jueves Santo, visité siete iglesias / de la gran Lima católica./ Mucha gente orando de rodillas,/otros fotografiando la grandeza de los bellos retablos, que hicieron las manos divinas en los altares.
Cada iglesia me fascinaba,/ me embrujaba con sus tallados;/ sus santos numerosos /junto a ardientes velas/ trayeron a mi memoria recuerdos de mi infancia/ cuando teníamos una iglesia.
En Piscobamba, iglesia virreinal,/ con dos torres de campanario, /con sus tallados incomparables,/ ahora desparecidos por descuido,/ quizá porque dejaron de ser católicos permitieron que se destruya el templo.
Del convento solo queda el nombre; se marcharon hasta los vecinos,/ y sus piedras de granito, labradas, se están llevando a escondidas.
Cuándo nos olvidamos de nuestro gran pasado
La creencia de nuestros pueblos andinos se está desvaneciendo, los valores para la vida dejaron de ser moldeados en el hogar; los jóvenes toman estos días santos como una semana de vacaciones, para ir de campamento, de caminata y de otras cosas más que distraen la fe católica.
Recordamos a nuestros padres quienes en Semana Santa guardaban su religiosidad con respeto, cariño y confraternidad, disfrutando de generosos dulces servidos en todas las mesas sin distingos de ninguna clase. Ellos concurrían con devoción a los actos religiosos. Meditaban en silencio con recogimiento para sentir la bendición del Señor.
A estas horas se queman los cirios,
en las iglesías y andas del dolor,
inundando con sus lágrimas sus cuerpos.
Los afligidos lloran,
los viajeros cargan su cruz.
El pastor lejano mira al vacío
y sueña en un Jesús,
que algún día llegará
su rebaño a abrazar.
Juan Rodríguez Jara
Piscobamba
VIERNES
A ese viernes de Vallejo.
Habían azotado tu carne,
tu carne de tierra
espina
dolor
pena
hambre
sed…
Te habían escupido,
rasgado tus sienes,
clavado tus pies.
Tú, en agonía, Maestro,
en agonía de sangre y sudor,
besaste tu inmenso negro dolor.
Metieron la muerte por tu pecho
y Tú la acariciaste.
Te despreciaron
y tú sentiste compasión de su miseria.
Te pisaron, al fin,
y Tú, Tú revives, ¡Hermano!
dolor
pena
hambre
sed…
Te habían escupido,
rasgado tus sienes,
clavado tus pies.
Tú, en agonía, Maestro,
en agonía de sangre y sudor,
besaste tu inmenso negro dolor.
Metieron la muerte por tu pecho
y Tú la acariciaste.
Te despreciaron
y tú sentiste compasión de su miseria.
Te pisaron, al fin,
y Tú, Tú revives, ¡Hermano!
Walter Vidal Tarazona
Llamellín
Juan Rodríguez Jaray Walter Vidal
en Miraflores
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