LUIS IDELSO ALBITRES MENDO
- Tu espíritu jovial, con un estupendo humor, te salva por suerte, de las melancolías y depresión que podrían traerte las limitaciones del cuerpo, pero exactamente, Walter, ¿Cuál es tu secreto para mantener ese espíritu jubiloso y a la vez crítico, que te caracteriza, ya en las redes sociales, en revistas culturales, en tus libros o en reunión de amigos?
- Hemos nacido no para sufrir siempre, ni estar deprimidos toda la vida. Estamos en este mundo para estar alegres de lo que somos y tenemos. Sin embargo, el cotidiano vivir no es fácil, más cuando quieres vivir en paz sin molestar, ni sin que te molesten, o cuando no puedes evitar que los encargados de cumplir y hacer cumplir las normas de convivencia social son los primeros en infringirlas. Es que el(los) otro(s) no piensan como uno; es cuando te nace la indignación. Así como se nos ha dado el derecho/obligación de vivir en paz y feliz, también tenemos la obligación/derecho de indignarnos: la indignación es pues un arma que se nos ha dado en forma natural y tenemos que usarla para exigir el respeto mutuo para la buena convivencia social y humana.
La indignación tiende a desbordarse cuando se echa de cabeza todo valor humano. Nos indignamos también porque no está a nuestro alcance superar las limitaciones personales físicas, mentales como espirituales.
Es en este contexto socio psíquico que tengo que equilibrar, buscando el justo medio aristotélico: mi preocupación, a veces melancólica y hasta depresiva, con mi necesidad de rabia (resultado de mi espíritu crítico- reflexivo y atento a la indignación); o sea, equilibrar la alegría de vivir y la indignación natural. Pienso que no necesariamente tenemos que estar acompañados de la melancolía por nuestras limitaciones y otros motivos; aunque necesitamos una pizca de melancolía para hacer que nuestra indignación no se violente tanto, o sencillamente para seguir produciendo.
-Esa actitud festiva que seguramente te viene de tu linda tierra, de tus ancestros andinos... ¿No crees que también ayuda para mantener a raya las limitaciones corporales que podrían aquejarte?
- Creo que tiene razón Neruda cuando dice: “[...] el desarraigo es para el ser humano una frustración que, de una u otra manera, atrofia la claridad de su espíritu.” Así como los tallos maduros alimentan de su sabia las ramas, flores y frutos, también la tierra alimenta nuestra mente con su espacio físico, su aire, sus seres en sus tres reinos, incluyendo al hombre: nuestros ancestros que nacieron, vivieron y murieron allí. Por eso nunca nos olvidamos de nuestra tierra, retornamos siempre así sea para contemplarla un rato.
- Se nota, con albricias, al leer tus brillantes reseñas, que en ti bulle el amor a la tierra y por ello elogias con muchísima razón a los pioneros de tu ubérrima tierra que la han exaltado o brillan con luz propia en los diferentes campos, como educación, política, economía, cultura, arte, etc.
- Una forma de amarla, seguramente, es reconociendo y ensalzando a los que entregaron su vida al servicio de su patria chica. Por eso abrigo el deseo de que las autoridades locales perennicen sus nombres dándoles a las calles y sitios del lugar donde nacieron. Antes de que el pueblo se olvide de ellos.
-Leyendo algunos de tus sesudos comentarios en las redes sociales se nota a las claras las reflexiones del catedrático universitario que nunca dejas de ser. ¿Esperas algo bueno de la sociedad y de este sistema que nos oprime?
-La docencia como medio de vida –desde primaria a niveles de postgrado- y las ciencias económicas como conocimiento, son aspectos a los cuales tengo que agradecer. Mis lecturas, mis reflexiones críticas sobre ellas, y mis aprendizajes que recibo en las reuniones con amigos, a quienes sé escucharlos felizmente, han sido y son muy útiles en las aulas y hoy fuera de ellas para expresarme y seguir reflexionando hasta que se apaguen mis facultades mentales.
Como no hay nada que no cambie, y esta sociedad y este sistema que, en teoría, se basa en la democracia, pretende no evolucionar o mejorar continuamente, como parece suceder por temporadas, entonces yo no espero nada bueno, al contrario me pongo en determinadas circunstancias al lado de los que están con el anti sistema.
-Siendo un maestro como tú, en breves palabras, ¿Cuál es el planteamiento para mejorar la educación en el Perú, rubro tan venido a menos últimamente por causas políticas que no tienen nombre, siendo la educación tan esencial para el desarrollo y prosperidad de un país?
-No me canso de afirmar que la educación es la única tabla salvadora que le queda al hombre para supervivir, si así quiere hacerlo. La educación implica mejorar integralmente al hombre, y se deberá empezar por el docente, de todos los niveles. La calidad total u óptima calidad de la educación va a depender básicamente del maestro. Hagamos primero del docente un líder de primera calidad. (No “profesor de calidad”: término ambiguo que está de moda en la boca hasta del ministro de educación). Después diseñemos los currículos para todos los niveles y regiones con contenidos sabios, finalmente dotemos de la infraestructura física como se merecen los docentes, loa alumnos y padres de familia.
-Me parece que uno de los puntos débiles de la izquierda peruana es el hecho que viene repitiéndose a través de los años: la división, los infinitos liderazgos autoproclamados. ¿Por qué están ausentes la unión y la disciplina, factores de tanta trascendencia en la construcción de la democracia y el cambio social?
Lo que existe hoy día es la ausencia de la moral y la ética en nuestras actitudes y comportamientos. En este entido no hay mucha diferencia, salvo en grado de culpabilidad, con otras agrupaciones de derecha. Jamás habrá unión mientras prevalezcan los apetitos de poder personal, y para que haya orden y disciplina se necesita un liderazgo (no en la cabeza del grupo político sino al medio) y normas de cumplimiento obligatorio.
-Para ti, Walter, a tus ochenta y tantos, ¿Ya has descubierto el verdadero sentido de la existencia?
-Creo que el verdadero sentido de la vida nos dan: la educación, la filosofía, las ciencias, pero básicamente la fe; pues pedir estos conocimientos sistematizados, para el 90% de la población humana en el mundo, es utópico; pero sí se puede pedir la fe, tal vez también, los valores axiológicos, estéticos y sociales. Entonces: El desarrollo y la formación, al buscar esa calidad de excelencia, primero en uno mismo, y después en el conjunto social, son elementos que te ayudan a hacerte feliz y hacer feliz a los demás. Creo que allí está el verdadero sentido de la vida.
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