viernes, 26 de junio de 2020

Peste con corona

Walter Vidal Tarazona     

         Los virus siempre han existido. Siempre han ido mutando; al principio, en forma natural, hasta que el hombre se inmiscuyó llevándolos al laboratorio para manipularlos. ¿Para qué? Muchos científicos honestos, para proteger a la humanidad de sus efectos (curar o prevenir); otros como negocio (la enfermedad es un gran negocio); ésta, llamada COVID 19, podría ser también una estrategia para el establecimiento de un gobierno global con un nuevo orden social; o servir de material bélico en una guerra biológica no declarada entre potencias; también puede ser un mecanismo que intenta controlar la población. Por eso no creo que el origen de esta epidemia fuese natural, aunque Natura estaría en su pleno derecho de defenderse del Hombre por tanto daño que recibe.
            Lo que sí se puede afirmar con certeza es que el Hombre es capaz de todo y de otras cosas más monstruosas. Esto que estamos afirmando también es bíblico; la soberbia humana muchas veces puso y pone en riesgo la vida del planeta. Hobbes tuvo razón cuando decía “el hombre es un lobo para el hombre” (homo homini lupus). También el papa Francisco, en su homilía de Semana Santa, nos recuerda que tenemos tanta maldad, que fuimos capaces de ensañarnos con Jesús, después de haberlo vitoreado el Domingo de Ramos de Semana Santa.
            Maldad humana, ciertamente, no solo con el hermano, sino también con la Naturaleza. Con ella se ensañó desde que empezó a dominarla (A despecho de esta codicia humana, nuestros ancestros inclusive llegaron a adorar a muchos de sus elementos y fenómenos, y hoy, sus descendientes que viven en el campo, especialmente andinos, siguen tratándola con cariño y gratitud a la Patsa Mama). Suponemos que durante la cuarentena, la Naturaleza, se habrá  sentido más aliviada; pero pronto llenaremos sus mares y sus entrañas con millones de toneladas adicionales de detergentes, papeles, plásticos, cáscaras, envases, mascarillas, guantes, etc. etc.
            Sin embargo, conviene aclarar, antes de continuar con nuestra reflexión, que no todo en el Hombre es maldad, antes bien, ésta podría ser la excepción. Hay mucha bondad también. Admitamos que el tema no es fácil de  tratarlo, pues estamos tentados a ingresar al campo de la especulación.

DESGLOBALIZACIÓN

            Comparando con otras epidemias que en el Mundo han ocurrido, ésta se ha globalizado. Muchos países optaron por aislarse del resto del mundo. En nuestro caso, el presidente Vizcarra cerró las fronteras: “Primero es la vida, primero es la salud”, dijo. Estableció el “aislamiento social obligatorio” con “inmovilización social obligatoria”. Estas medidas de política, sin duda, evitan la propagación del virus; así es que, como mecanismos de contención, fueron aprobados y aplaudidos por más del 80% de la población. Sin embargo, fue acatada apenas por el 70%.
            Un hecho anecdótico ocurrió cuando muchos provincianos quedaron varados en Lima ya dispuestos a regresar al terruño, después de una corta visita, u otros precisados a retornar al ser despedidos de sus centros de trabajo. Gracias a mi pequeño Huawey aprecié, emocionado, cómo un grupo de mirgasinos llegaron desde Lima hasta Mirgas (Provincia de Antonio Raimondi- Ancash), a pie. Cuando los jóvenes caminantes se disponía a emprender la última subida para llegar a Llamellín, fueron recogidos por un carro de la municipalidad de su distrito.
            Ciertamente, el autoaislamiento, en lugar de des globalizarnos,  sirvió para comprobar que el pequeño globo terráqueo donde vivimos se ha globalizado, convirtiéndose en una “aldea”: gracias a las redes sociales, al teléfono y otros medios, las familias están en comunicación con sus amistades y familiares diseminadas  por todo el mundo. Estamos hablando básicamente de la clase media, media alta y alta, que acataron/acatan las medidas; viven principalmente en La Molina, Surco, Miraflores, San Isidro y uno que otro distrito más de Lima Metropolitana. La mancha contagiada ha migrado a las clases bajas empobrecidas y marginales de Lima. Recordemos que cuando empezó a registrase los primeros contagios, Surco era el distrito que encabezaba la lista. Ahora son los distritos más populosos de Lima, los que encabezan.
            En el trascurso del largo encierro voluntario, también han ocurrido las principales festividades y acontecimientos que se realizan por esta época del año. Así, se ha pasado la Semana Santa con las iglesias cerradas (abril); el 50 Aniversario del Terremoto del 70 (mayo), con sendos programas tanto en Huaraz como el Lima, solamente lo hemos rememorado, leyendo las publicaciones en redes y revistas y viendo la TV. La Solemnidad del Corpus Christi (junio) tampoco se pudo festejar.

SEMANA SANTA AISLADA

            Los medios de información y comunicación a los que nos hemos referido, no solo nos han mantenido informados de las noticias que ocurrían en el Mundo, sino también han posibilitado disfrutar de muchas otras novedades; así, por ejemplo, muchos católicos pudimos participar de las misas diarias del papa Francisco celebradas en su capilla de Santa Marta.             Hasta que llegó la Semana Santa con las iglesias cerradas en el mundo católico: El 6 de abril, Domingo  de Ramos, recordamos  la entrada de Jesús a la ciudad de Jerusalén y es recibido por una gran multitud con palmas; el 9 de abril, fecha que conmemora la Última Cena de Jesús con sus apóstoles y la visita, con sus discípulos, al Monte de los Olivos (en el huerto de Getsemaní), donde fue capturado; el 10, Viernes Santo, el día de la Semana Santa más emblemático, porque conmemora la pasión y muerte de Jesús; finalmente, el Sábado Santo con la Vigilia Pascual y Resurrección de Cristo, todo, todo lo pasamos encerrados.
            Gracias al autoaislamiento, muchos tuvimos la oportunidad de nutrir nuestro espíritu, de fortalecer nuestra fe y nuestra esperanza con las homilías del papa Francisco; aunque el Papa también desnudó nuestras debilidades e iniquidades humanas. “Jesús tomó la condición de esclavo (Flp 2,7) –nos recuerda–, de siervo que lava los pies a sus discípulos, que sufre dolor, traición, soledad y hasta abandono; no solo de la gente que lo aclamó y que ahora pide que “Sea crucificado” (Mt 27,22), sino también por la institución religiosa que lo condenó injustamente y por la institución política que se lavó́ las manos”. “Hasta su Padre –añade– no le libró del mal que le abatía en la cruz. Lo dejó a su suerte para que sólo el bien venciera el mal”.
            “En el abismo de la soledad, por primera vez lo llama a su Padre con el nombre de “Dios”, le grita con voz potente  “¿por qué́?...”,  y más lacerante todavía le dice: “¿Por qué́, también Tú, me has abandonado?”.
            Por primera vez, sin duda, muchos nos preguntamos: ¿qué le movía a Jesús a  estar dispuesto a cargar este drama humano, como un manso cordero? No encontramos otra explicación que la fuerza del amor. Ese sentimiento supremo, casi celestial, que uno siente por alguien. Es ese sentimiento que al Hombre le está faltando en cantidades deseables para derrotar el odio en el Mundo.
            El Papa dice que “la vida no sirve, si no se sirve”. Y el servir es movido básicamente por la fuerza del AMOR.
            ¿Hemos necesitado todavía de un autoaislamiento forzoso para mirar nuestro interior? Ciertamente. Este vertiginoso mundo, de grandes cambios e infinidad de sorpresas, es poco generoso para distraer su marcha cediendo un espacio para un recogimiento espiritual y mucho menos para que la gente “pierda su tiempo” con sus meditaciones y reflexiones. Esta encerrona ojalá que haya servido para aprender algo, para cambiar nuestra actitud hacia la vida, en general.
           
50 AÑOS DEL TERREMOTO DEL 70

            A propósito del recuerdo de aquel fatídico 31 de Mayo de 1970, nuestra reflexión se orientó sobre la actitud poco humana del Hombre con la Naturaleza. Esta vez, esta fecha, el 31 de Mayo lo pasamos también encerrados, sin simulacros (el Instituto Nacional de Defensa Civil, fue creado también con el fin de conmemorar el 31 de Mayo con un simulacro de sismo a nivel nacional). ¿Por qué en cierta forma necesitamos que la vida nos enseñe todavía a palmetazos (la letra entra con sangre) para dedicarle un tiempo a nuestra meditación sobre nuestro destino y el rol que como humanos tenemos frente a todo este maravilloso orden natural, por ejemplo? ¿Se nos ha metido el virus obsesivo de destrucción?
            Así, Augusto Alba Herrera decía “El hombre destruye lo que la naturaleza y el tiempo han respetado”, refiriéndose a los restos arqueológicos de las culturas y civilizaciones que se establecieron a lo largo y ancho de todo Ancash. Patrimonio cultural que las autoridades regionales y locales no le dieron importancia y la gente empezó a destruir; en  forma indirecta, sobre todo, el hombre destruye a la naturaleza.  El denominado calentamiento global es culpable del deterioro de nuestros glaciares. Los hechos están a la vista, innegables: De algo más de 1.000 Km2 de cobertura glaciar que tenía el Perú antes de 1970, en 2016 solo conserva 445 km2, menos de la mitad, con varias cordilleras desaparecidas.
             Este terrible acontecimiento, el terremoto de 1970, que destruyó Huaraz seguido de un aluvión que sepultó Yungay, estuvo en los programas conmemorativos de varias instituciones, principalmente de nuestra región ancashina. Conmemorar, como lo hemos hecho en nuestro auto secuestro, aquel fatídico  31 de Mayo de 1970, a las  3:23 p.m., sin duda es un volver a vivir aquellos aciagos días, semanas, meses; principalmente para los que fueron testigos presenciales del terremoto más destructivo de la historia del país. El Huaraz querido de antes del 70 fue destruido.
            Muchos de los que nos cuentan aquella historia, y que vivieron esos trances, dicen que se sentían tan agobiados que hasta pensaban que ni siquiera Dios les servía. Igualmente, esta vez, perdemos la calma con facilidad. Pero ahí está la voz del Papa, que nos dice que no estamos solos; aunque, siempre necesitan que alguien esté ahí. Entendiendo tal vez este silencioso clamor humano es que la solidaridad no se hizo esperar de todo el mundo (Cuba fue el primer país que se hizo presente).
            Estas son las principales reflexiones que nos atrapó en los días de cuarentena. ¡Pensar que hemos necesitado de un auto secuestro para hacer un aislamiento espiritual, mirar nuestro interior, a nosotros mismos! Ojalá, después de todo, cuando salgamos, si salimos caminando, hayamos aprendido a ser solidarios, a ser más tolerables, más respetuosos empezando con la Naturaleza, la más perjudicada con la contaminación que está soportando. Pero también precisa, como enseñanza, cambiar nuestra actitud en el marco de más respeto y dar más importancia  a los valores. En particular para el que escribe , su auto secuestro ha sido un viaje a su propio Emaus, buscando un encuentro, en el camino, con Jesús resucitado.
            Por lo demás, los poderosos del mundo seguirán con su propósito de acumular su poder y seguirán en su afán suicida, quizá no parren hasta el exterminio de la vida en el Mundo.

CONCLUYENDO

* Esta mal nacida peste, al parecer, no es algo que cayó del cielo ni salió de las entrañas de la naturaleza... Sin embargo, desnudó nuestra realidad, especialmente la de nuestro país. Somos mayoritariamente una población empobrecida e ignorante, por culpa de los diferentes gobiernos que nunca estuvieron interesados en darnos educación y en cortar la enorme brecha de desigualdad entre ricos y pobres. Por eso, para reducir que la plaga se expanda por contagio, fue necesario el aislamiento: porque nuestra población no es la de países más adelantados como los europeos, asiáticos y norteamericanos. Nos hemos acostumbrado a no respetarnos, a atropellarnos. Hemos seguido ese modelo perverso del individualismo, de prevalencia del yo egoísta y no del nosotros.
            Estas cosas trágicas que suceden cada cierto tiempo, son como jalones de oreja para que aprendamos a tener un mejor comportamiento y una actitud digna frente a nosotros mismos, a nuestros hermanos y a la naturaleza. ¿Por qué en cierta forma necesitamos que la vida nos enseñe todavía a palmetazos (la letra entra con sangre)? Son latigazos que nos despiertan, porque cada vez más como que se reduce ese espacio vital, en nuestro apurado vivir, para introducirnos a meditar y reflexionar sobre nuestro destino y el rol que como humanos tenemos en este planeta.

*El autoaislamiento nos llevó a muchos a un reencuentro espiritual con nosotros mismos. También nos mostró muchas creencias por los suelos; por ejemplo, como aquello que observa el P. Francisco: los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días no son pues los que tienen fama, dinero y éxito, sino los que se dan para servir a los demás. Por eso quizá Edgard Morin, decía que vivimos en “[…] un mundo conducido por la ciencia, la tecnología, el mercado y el beneficio, motores poderosos, pero le falta la ética, que es la única que tiene una brújula.” Me permitiría mejorar la plana al ilustre francés filósofo y educador en estos términos: Estamos en un mundo conducido por la ciencia, la tecnología, el mercado y el beneficio, pero le falta el AMOR, que es la única que tiene una brújula: servir.

*Es hora de decirle sí, sin condiciones ni regateos, al amor. Amor a Dios, amor a la Naturaleza, al Hombre. ¿Quién o qué nos enseñará el amor? La educación, porque es el único saber que forma valores y saberes en nosotros. La educación es lo único que le queda ya al Hombre para que pueda salvarse. Insistimos que el amor es el valor humano, con esta cita bíblica: “La cosa deseable en el hombre terrestre es su bondad amorosa” (Proverbios, 19:11,12)



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar, en "Seleccionar perfil", seleccionar "nombre/URL" (en caso de no tener cuenta en google)