miércoles, 15 de julio de 2020

¿QUIÉN ATIZA AL SOL?


  Poesía

Roberto Rosario Vidal *

A: Florencia Vidal
Constructora de castillos de luz
y universos de fantasía










Los arqueólogos descubren los castillos que inventaba mamá

Madre hablaba de lugares que había recorrido en su infancia con la abuela, que era maestra rural en el Marañón. Pueblos cuyos nombres no figuran en los mapas y la memoria tergiversa. Pirushtu, profunda quebrada andina donde el sol salía a las once de la mañana y se ocultaba a la una del día. El agua siempre estaba congelada y los osos ayudaban a romper la costra de hielo que se requería para preparar los alimentos. Las ruinas de Tinllar, ubicadas en un cerro empinado a donde había que subir caminando durante un día entero por un sendero de cabras. Al llegar a la cima, qué portento. La ciudadela de piedra se extendía en la planicie incólume, como si los habitantes hubieran salido de caza. Paredes pulidas, rocas sobrepuestas sin argamasa, estructuras empinadas. Un torreón coronado por una piedra blanca y redonda, finamente pulida; brillante, como una luna particular, que reflejaba la luz de los astros día y noche.
Una escalinata descendía a profundidades inimaginables, donde jamás escaseaba luz, ni aire para respirar. Dos mil peldaños abajo, conducían a un salón en forma de cruz, donde un monolito negro arrojaba por la boca borbotones de agua cristalina sobre un plato de oro, que giraba en la poza circular. ¡Pobre del que osara apropiarse de la joya! El monolito se tornaba rojo y arrojaba sangre por sus fauces de fuego. No volvía con vida el codicioso; en cambio, quien descendía con devoción o simple curiosidad, retornaba revitalizado.


Naturaleza fantástica o fértil imaginación. Volcanes de agua, de piedras y de viento. Cavernas que en las tardes, con voz gangosa ofrecen: “Agua caliente...” Batracios gigantes como galgos. Arañas enormes como puños que golpean a media noche el rostro, “pero que es mejor no hacerles caso y dejar que sigan su camino...”
Dicen los diarios que los arqueólogos han llegado a Tinllar. Que han descubierto un torreón cuya cima se oculta entre las nubes. Describen la esfera de granito, el monolito negro y la escalera de dos mil peldaños. Madre se afanaba en describir estos detalles, hasta que me ganaba el sueño.


La ciencia avanza a pasos agigantados. Es posible que ya estén escudriñando los dominios del sueño y tal vez algún día descubran la procedencia de los duendes, que de niño me atormentaban, cuando la fiebre me devoraba.
Lima, otoño del 2011.



¿QUIÉN ATIZA AL SOL?

¿Quién construyó la torre?
¿Quién la cúpula esférica?
¿Quién las gradas, los cercos?
¿Quién los techos y los arcos?

¿Quién pintó la loma de verde?
¿Quién los ríos claros?
¿Quién el cielo azul?
¿Quién los caminos blancos?

¿Quién puso chalinas al cerro
Con ovejas y alpacas?
¿Quién atiza al sol
Con leña de oro y plata?

¿Quién pasta las vizcachas?
¿Quién da agua a los venados?
¿Quién peina a las vicuñas?
¿Quién enseña a volar al cóndor?

EL TORREÓN MAYOR

Erguido como espada
El torreón mayor brilla
Sobre balsa de nubes
Señorial navega

Piedras albas sobrepuestas
Empinadas, recostadas
Medianas en los arcos
Pequeñas en los cercos

De arriba, qué profundo
De abajo, qué elevado
El torreón mayor mira
Hacia el cielo, hacia el vado

¡Oh Señor de las alturas!
Gran otero de piedras
No trotes que te caes
No saltes, te desplomas

EL PUENTE

De granito es el puente.
Sobre farallones sobrepuesto
Piedra sobre piedra, surcado
Por torrentosa corriente

Cristalino surca el río
Trescientos metros abajo
Sin prisa y sin pausa
En colosal trabajo

Hace mil años, cien mil
La memoria no alcanza
Roedor de fino cincel
El río hizo su labranza

Infatigable de tiempo
Atraviesa el espacio
Sobre su lomo de roca, surcan:
Gacelas, labriegos y duendes

CAMINO DE LOZA

Tobogán de liza loza
Por donde suave desliza
Sus pies, la niña Rosa
A tientas, cuidadosa

Naciendo en la cima,
De las profundidades empina
Zigzagueando leve
Con lentitud de bebe

Es ancho o delgado
Breve o extendido
Como hilo de lino
Como mar de limo

Serpea en la llanura
Escala el cerco agreste
Sube de prisa, niño
Baja pausado, anciano

LA MANSIÓN

Del torreón y el puente
Conocemos suficiente
El camino y el río
Serpean en la mente

¿Qué decir de la casa?
¿De la mansión suntuosa?
¿Que de día es de plata?
¿Y de noche es de oro?

¿Es acaso como el río
Accidente natural?
¿O como el puente bajadizo?
¿O el escurridizo manantial?

De cal y canto las paredes
De duro quinual el techo
Roja arcilla refulge en las tejas
Por Albano el bueno, hechas

LA PLAZA

Tras del portón blindado
Diez metros al frente
Está el patio empedrado
De cualquier otro diferente

Blanquinegros los rombos
En la vereda trazados
Turquesa los ribetes
Con cal y arena, fraguados

Cruzando la plaza amplia
Entre vereda y vereda
En jardines primorosos
malvas y cantutas, florecen

Y no verás, visitante cansado
Ni mástil, ni bandera
En el jardín, en la balaustrada
En los arcos o el tejado.

EL VIGÍA

Los vigías, diremos con certeza
Porque no es uno, ni cuatro
No hay quien sepa,
Por seguridad de su Alteza

No los ves, no los veo
No es preciso advertirlo
Basta saber que está el vigía
Presto a advertir, si merodean

¿Ves esa piedra filuda?
¿La ves, sobre la equina Este?
Es pluma de ave zancuda
Sobre un casco, como cresta

Son guerreros ojos de lince
Fortaleza de oso o mastodonte
Agilidad felina, los vigías
Y como ninguno, inteligentes

HABITAT

En los arbustos, venados
Ranas en el arroyo
En las ramas, loros
Búhos en el tronco

Cada cual en su hábitat
Vigilando los cerros
En la mañana temprano
Cuando el sol despierta

Las paredes fortificadas
Inalcanzables cumbres
El puente bajadizo
El río torrentoso

De día chillando,
Revolotea el loro.
De noche, ojos de luna,
Hurga el búho

DESPERTAR

Despierta el día
Algazara en la fronda
Ríe el manantial
Canta el sol en la floresta

Cruje la puerta en sus goznes
Gira girando, queda
El niño escucha el canto
El canto oye al niño

Paredes de plata, platinadas
Adoquines en la plaza
Cardos, malvas y cactus
Hay jolgorio en el bosque

Bajan la cerviz los ciervos
Y entonan su mejor canto:
El río, las aves, los peces
Y los montes memoriosos

RELOJ DE AGUA

No es este un castillo
Monasterio, ni fuerte
En la cima del ande, trepado
Moño gracioso, corona

Siglos de sol y cantuta
Antes que llegaran podencos
Dura roca amasando
Hicieron los cimientos

En medio de la plaza
Piedra cóncava tallada
Cabeza de sierpe alada
Arrojando agua a la taza

Reloj de agua, los techos
Administrador de Océanos
La bendición del cielo, beben
Mares de oriente y poniente

ESFÉRICA ROCA

Piedra blanca pulida
Refulge en la torre
Esfera milenaria,
Corona canto rodada

Translúcida, inmaculada
Cuando el sol incide.
Plateada oscura
Cuando besa la luna.

Gira noctámbula
Vuela tras la luna
Cura al que sufre
Mata al que ofende

Quema con calor intenso
Al injusto, al avaro.
Solazase con su aliento
El caminante austero.

PELDAÑO DOS MIL

En la cima, la esfera
En la sima, escalera
Corrediza piedra oculta
La entrada granítica

Un escalón, mil
Hacia las profundidades
Dos escalones
De grava y miel

Peces ciegos, sierpes de luz
Aves de noche y caverna
Lagos de sombra, parques
Alfombras de lava y roca

Por fin, peldaño dos mil
Portento de orden y luz.
Grandioso salón de marfil.
Atravesado en cruz.

MONOLITO

Impertérrito monolito negro
Incansable arrojador de agua
Borboteando día y noche
Por milenaria garganta

¿De dónde filtra el agua?
¿De dónde, interminable de tiempo?
La poza por siglos llena
Y nadie bebe, a nadie sacia

Espantajo de incautos
Plato de oro giratorio
De fuego o de sangre
Cuando espantas

En medio de la cruz
Hontanar inagotable,
Guardián de profundidades,
Al final del peldaño dos mil.

AGUA CALIENTE

Entre el río y el cerro
El camino solitario
Llama cuando pasas:
¡Agua calieeente...!

Buscas las voces.
Hurgas en el monte
En el río, en las nubes:
¡Agua calieeente...!

Aguzando el oído,
Avanzas en su búsqueda
Encontraste el camino:
¡Agua calieeente...!

Más cerca, más fuerte
En la rendija del cerro
El viento corta la oquedad:
¡Agua calieeente...!

VOLCÁN DE VIENTO

De la selva a la sierra.
De las alturas al mar
Camino polvoriento
Ventisquero, ventarrón

Nubes de polvo, furia
Avalanchas de troje y paja
Lana de ovejas turbias
Arrollando bajan

¿Quién gobierna el viento
En las montañas?
¿Quién controla?
¿Quién genera, el soplo original?

Vengo en son de paz
Traigo ofrendas del monte:
Quirquinchos y gacelas,
¡Gran Volcán de Viento!

VOLCÁN DE AGUA

Cristalina, transparente
Destila de las hojas
De las ramas, gota a gota
Torrentes refrescantes

De mis manos beben
Loros y gorriones
Tucanes, mariposas
Jilgueros y paujiles

Con la lluvia crecen
Arroyos, riachuelos
Engordando satisfechos
Ríos, lagunas y océanos

Cuando enfurecen ¡Hay...!
No es lluvia, no chubascos
Es tormenta, aluvión,
¡Volcán de Agua, mi Señor!

GUARDIANES DE LUZ

Guardianes de luz y fuego
Viento y agua
Polvo y tiempo,
Impertérritos, imbatibles

No hay quien pase
Territorios reservados
Heredades protegidas
Nadie ingresa, nadie sale

Desde el aire, desde el río
De los cerros
Limitado acceso
Por la guardia altiva

Luces que van
Luces que vienen
Cortando el viento
Valientes gladiadores

BATRACIOS COMO GALGOS

En las noches madre teje
Espadachines gemelos
En sus manos de paloma
La madeja gira

Guardo los juguetes
Trompos, raquetas
Camiones, pelotas
Cuerdas y clarines.

En el cajón bajo la cama
Cofre de tesoros
Van a descansar

Abriendo la boca enorme
Los batracios como galgos
Ya están croaaaando

ALFALFA FLORIDA

En la mañana, temprano
Ayudando a mamá
Corto alfalfa del campo
Para mis conejos

Los he bautizado:
Marcos, Adolfo, Bigotes
Salomé, María, Cuicuí
Y Travieso, al saltarín

Ayer olvidé traer pasto
Y tarde salí a cortarlo
Qué susto se dio mamá

Porque amarré sin saberlo
Un atado enorme y fresco
Con una serpiente de colores

EL ATIZA AL SOL

El construyó la torre
El, la cúpula esférica
El, las gradas, los cercos
El, los techos y los arcos

El pintó la loma de verde
El creó los ríos claros
El coloreó el cielo azul
El diseñó los caminos blancos

El puso chalinas al cerro
Con ovejas y alpacas
El atiza al sol
Con leña de oro y plata

El pasta las vizcachas
Da agua a los venados
Peina a las vicuñas
Y enseña a volar al cóndor.

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Roberto Rosario Vidal, educador y poeta. Cursó estudios primarios en Caraz, secundarios en Huari (Ancash- Perú). Luego de breve periplo en Lima, retornó a los andes a ejercer la docencia en la sierra. Fundador y primer Presidente de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) el año 1982, es autor de libros para niños escritos en prosa y en verso: La casa de Cleofé. El trotamundos (Argentina). Shica Shica de Limón. El tesoro de Kitakaiteri (Leyendas ashaninkas). La conquista del Reino Enim (Cuentos y relatos de los Tarumas y Huancas). La Villa Carmela (Venezuela). El Topo Tito. La Barquita de papel (INAPROMEF). Antología Nacional de Literatura Infantil (INABIF). Literatura Infantil en educación Inicial (UNICEF). Literatura Infantil en Educación Inicial y Básica (CONCYTEC).
Organizador del Primer y Segundo Parlamento Nacional de Niños. Miembro de la Comisión Nacional del Año Internacional del Niño. Curador de la sala de Literatura Infantil de la Casa de la Literatura. Miembro de la Comisión Revisora del Código de Menores. Representante del Perú ante el Instituto Interamericano del Niño (Uruguay). Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil.




1 comentario:

  1. Excelente ritmo y eufonía, bella exposición de bucólicos recovecos y entrañables personajes. Felicitaciones Maestro

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